domingo, 29 de marzo de 2015

De divorcios y morideras...

Cada vez me preocupa más la actitud que tomamos la mayoría de las mujeres ante un divorcio o una separación y me viene a la mente un recuerdo de cuando tenía como cinco años y escuché por primera vez la palabra "Divorcio", en mi ingenua mente infantil yo pensaba que para divorciarse se hacía también una especie de fiesta, tal y como se hacía para el matrimonio, como la que hicieron hacía unas semanas en la que  fui pajecita. A estas alturas de mi vida, pienso que mi ingenua mente infantil no estaba tan errada, porque al final un divorcio no es tan terrible como nos lo hemos creído. No puedo negar que es un proceso difícil y doloroso, complejo además por todos los asuntos legales, pero a la larga te das cuenta que somos nosotros como sociedad quienes lo complicamos más. Desde que tengo uso de razón tenía deseos de casarme, como las princesas, de vestido largo y blanco y después que logré ese deseo, cuando debía salir el cartelito de FIN y debíamos ser felices para siempre, comenzó la parte de la novela que yo no conocía y así llegó el pánico permanente y sin fin al "Divorcio". Siendo hija de padres divorciados, el pánico es aún más intenso, porque siempre me juré que no quería que mis hijos vivieran las mismas tristezas que yo viví. De esa manera, comenzó una lucha permanente por mantener un matrimonio que no funcionaba, a pesar del amor que le poníamos. Si un divorcio es difícil, lo es más cuando estás enamorado profundamente porque te aferras y te esfuerzas de tal manera que llegas hasta anular tu propia humanidad por lograr una mejoría en tu relación. Los consejos de las tías, primas, vecinas, amigas, las revistas, las brujas, las terapias de pareja, los libros de autoayuda, todo lo que te recomiendan lo haces para salvar la relación y mientras todo eso sucede las lágrimas van y vienen, los despechos eternos, los desórdenes alimenticios, te pones gorda y flaca de la noche a la mañana, definitivamente es un proceso complicado. Ahora bien, llega un punto de tu vida que la decisión es ineludible, ya sea porque te cansaste de sentirte mal o porque fue el otro el que tomó la decisión, se fue con otra o está de otra en otra. En ese momento sientes que se te cae el mundo y literalmente es así, tu mundo el que construíste y creíste que te iba a hacer feliz para toda la vida, no está, ya no existe. Entonces aparecen las canciones de despecho, sale Karina, Olga, Adele, etc etc y bueno comienza la moridera, un proceso natural, un proceso necesario además que se debe vivir tan intensamente hasta que se agote.
Lo que sucede es que generalmente no superamos el duelo, sino que lo aliviamos y lo postergamos, con rumbas intermitentes o visitas a brujas de vez en cuando, de manera que esa tristeza allí se queda, escondida, convirtiéndose en rabia, rencor y odio, asunto que me preocupa seriamente. Tengo muchas amigas y conocidas divorciadas, y no soporto escucharlas hablar de sus exmaridos ni mucho menos la forma que le hablan a sus hijos sobre su padre. Mi relación con el padre de mis hijos terminó, de forma difícil, triste, dura, ambos sufrimos mucho, porque nos ámabamos infinitamente, pero ya habíamos agotado las fuerzas de seguir intentando lo imposible "Entendernos" y por supuesto que hubo rabia y rencor, lo que si nunca llegó fue el odio, al contrario con el tiempo fuimos entendiendo cosas que de casados nunca entendimos y ese rencor y esa rabia fueron desapareciendo, gracias a un trabajo personal que cada uno por separado hizo, lo cual nos permitió a través del perdón  crecer, evolucionar. Es terrible que después que estén divorciados sigan teniendo las mismas peleas que de casados, que sigan sintiendo la misma rabia y molestia, el divorcio o separación se da con el objetivo de que esas situaciones no sigan sucediendo. Hoy en día mi relación con el padre de mis hijos es una relación basada en el amor y en el respeto, él sigue siendo una persona muy importante en mi vida y yo en la de él, él se alegra por mis logros y yo por los suyos, porque al final esos logros se traducen en beneficios para nuestros hijos, esos que trajimos al mundo con todo ese amor que nos tuvimos. He decidido iniciar una campaña para desmitificar el divorcio y estoy pensando que hasta eso de hacer una fiesta o al menos un ritual para suavizar un poco el proceso no sería tan mala idea. Este es mi primer paso en esa campaña, espero lograr algunos cambios en los corazones de quienes aún sienten rencor, que no es más que tristeza no curada. Te invito a llorar y a sanar esa rabia! Después todo será más fácil...



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